viernes, 24 de febrero de 2012

Aniversario de Las Navas (II parte)

Termino esta semana lo de la lectura del día de Las Navas, con el resto de los cursos que me faltaban. La semana que viene volveremos a los trenes, y ya os avanzo que quiero incidir en algunos aspectos del trenillo muy conocidos pero que se pueden ver desde distintos puntos de vista, sobre todo lo referente a las leyendas y al cancionero de este medio de transporte. Pues nada, nos vemos en las vías.
 
Ahora van a desfilar ante nosotros las tropas de los cruzados y las damas medievales (primero y segundo). Cuando el rey de Castilla Alfonso VIII empezó a organizar la campaña contra los musulmanes se percató de que necesitaba un ejército numeroso. Entonces mandó al Arzobispo de Toledo, don Rodrigo Jiménez de Rada, a que se entrevistara con el Papa, en ese momento Inocencio III. Y fue este Papa el que otorgó la calificación de Santa Cruzada a la campaña contra los almohades. Estos guerreros europeos (sobre todo franceses e italianos) van vestidos con una enorme cruz roja, de ahí que se les llame cruzados. En España recibirán el nombre de Ultramontanos, es decir, más allá de las montañas (en este caso los Pirineos).
Los cruzados venían con un ideal de caballería que no se correspondía con la situación en España. En ese momento nuestro país era conocido como la España de los cinco reinos: Portugal, Castilla, León, Navarra y Aragón. En la Península se practicaba una política de tolerancia entre culturas, y en Toledo convivían en perfecta armonía los barrios musulmanes, las juderías y los cristianos. Pero los ultramontanos no entendían esa situación e intentaron castigar a los judíos; afortunadamente los toledanos los defendieron, demostrando que en ese momento ya era posible defender la convivencia y el respeto.
Nuestras damas medievales van vestidas a la moda de la época. Llevan vestidos vaporosos, de sedas y telas caras. Desgraciadamente la época medieval todavía consideraba a la mujer como inferior al hombre, lo cual sabemos hoy que es algo erróneo, ya que todos somos iguales. Las damas de la corte gustan de ir a bailes y banquetes, y también gustan de asistir a torneos entre caballeros, que pelean por su nombre y su honor, poniendo una prenda de esas damas (generalmente un pañuelo) en la lanza con la que combaten.

Y en este momento entran en escena los caballeros de la Orden Hospitalaria de San Juan (los de tercero), que representan a los guerreros que vinieron a combatir bajo el mando de Alfonso VIII (también acudieron, naturalmente, los 200 caballeros venidos del reino de Aragón al mando de Pedro II). Los caballeros hospitalarios tienen su cuartel general en Malta, y como las otras órdenes militares, llevan en sus escudos y capas el símbolo que los identifica: una cruz roja, señal de que combaten bajo el signo de la religión cristiana.
Esta orden militar tuvo una presencia destacaba en la Península, sobre todo en la provincia de Ciudad Real, ya que les fue otorgado un amplio terreno en el que asentarse, y que actualmente ocupan ciudades tan conocidas como Alcázar de San Juan. Eran guerreros que habían jurado los votos eclesiásticos, pero que combatían a los musulmanes como parte de su credo.
Aunque no participaron en gran número en la batalla de las Navas, su aporte fue en varios momentos decisivo, ya que eran guerreros experimentados que conocían bien su oficio. Su presencia en la batalla se explica por la condición de Santa Cruzada otorgada por Inocencio III.

Ahora van a entrar en la plaza los caballeros de Castilla (los de cuarto)... Aunque, en recuerdo de aquellos primeros reconquistadores de la Península, vienen vestidos con las armas propias de los astures: de azul y amarillo, con la cruz cristiana que ondeaba en los estandartes de Don Pelayo, el cual inició el largo proceso de la Reconquista en el lejano año de 722. Estos castellanos van comandados por el rey Alfonso VIII, el cual había promovido la lucha contra los musulmanes para recuperar el terreno perdido en la batalla de Alarcos. Las tropas castellanas vienen ya muy cansadas y diezmadas. Han salido de Toledo en junio, han conquistado la villa de Malagón, el castillo de Calatrava, las fortalezas de Alarcos, Benavente, Piedrabuena, Herrera y Caracuel. Los soldados están fatigados, sus caballos sudorosos, pero el ánimo es bueno, y la resolución de estos cristianos, fuerte. Sin embargo, cuando las tropas castellanas llegan a la vista del ejército almohade, resulta evidente que la situación no es positiva. Es pleno verano, hace mucho calor, el ambiente está lleno de polvo, y los musulmanes se han instalado en el paso de La Losa, el cual se podía defender, según el rey Alfonso, con tan sólo 1000 hombres. Pero un pastor del lugar habló con el rey y dirigió a las tropas cristianas por detrás de la sierra, permitiendo así a las huestes acampar enfrente de los almohades el 14 de julio. El día 15 era domingo, el día sagrado para los cruzados, por lo que la batalla se retrasó al día 16, lunes. El lunes de Las Navas...

Van a entrar ahora las huestes de Navarra (quinto), comandadas por el rey Sancho VII, primo de don Alfonso de Castilla. Vienen del norte de España a presentar batalla contra los musulmanes. Han sido llamados por los castellanos, y su apoyo será decisivo para conseguir la victoria final. Visten un damero en negro y oro en recuerdo del estandarte del rey Sancho, un águila negra sobre fondo dorado. Y llevan la flor de lis porque cuando pase el tiempo en toda esa zona tendrá una decisiva importancia a política de Francia.
Cuenta la historia que los musulmanes tenían unos guerreros temibles, la Guardia Negra, que vigilaban la tienda de al Nasir. Tal era su compromiso con el caudillo musulmán que estos guerreros se encadenaban al terreno, dando a entender que pelearían hasta la muerte por él. Precisamente fue Sancho VII, al mando de sus tropas navarras, el que tuvo que enfrentarse con esta Guardia Negra. Y dice la tradición histórica que cuando los navarros vencieron a los guerreros almohades se apropiaron de sus cadenas y las llevaron consigo hasta sus tierras, pasando luego después a formar parte del escudo de Navarra.

Y ahora, para finalizar nuestro desfile en recuerdo a la histórica batalla de las Navas de Tolosa, vamos a dar entrada a los caballeros de la Orden de Calatrava. La orden estaba mandada por un Comendador mayor, aunque el máximo representante era el Maestre. Otros cargos menores eran los de Clavero (que era el monje que defendía el castillo) Prior o Sacristán. Los caballeros de la Orden visten el hábito blanco de la pureza, ya que han hecho el voto de castidad. Llevan una flor que los identifica, y son hombres valientes, habituados a la lucha y la oración. Gracias a ellos el control del territorio conquistado se asegurará, y llevarán a cabo una importantísima labor de repoblación en los nuevos territorios.
La orden de Calatrava estaba recién creada. Su existencia había sido confirmada en el año 1158, siendo su primer maestre don Raimundo Serra, abad de Fitero, que se hizo cargo de la defensa de la zona, la cual habían abandonado los Templarios puestos allí por el emperador Alfonso VII. Junto a la Orden de Calatrava se crearon, en España, otras tres órdenes más: la orden de Santiago, la orden de Alcántara y la orden de Montesa. Tras la conquista del territorio que ocupaban los almohades los calatravos van a crear una serie de fortalezas y castillos que conformarán el Campo de Calatrava, al que Santa Cruz de Mudela perteneció durante mucho tiempo, para luego después pasar a formar parte del Señorío de los Bazán... Pero eso, claro está, es otra historia que, seguramente, les contaremos en otra ocasión.

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