jueves, 5 de abril de 2012

Caminos de yerro y hierro en Santa Cruz

Quizás sea necesario, antes de pormenorizar la llegada de los caminos de hierro a Santa Cruz de Mudela, comprobar las inquietudes de las autoridades provinciales con respecto al ferrocarril. Retrotraigámonos un momento al año 1852. La ampliación de la línea de Aranjuez hasta Almansa se convirtió en un proyecto ambicioso que debía comunicar la capital con el levante, ya que se pretendía prolongar el ferrocarril hasta Alicante, lo que suponía una conexión directa entre la Corte y el Mediterráneo. No voy a entrar a valorar las cuestiones relativas a los desmanes que se produjeron en la génesis, planteamiento y desarrollo de este ferrocarril porque el asunto se dilataría en exceso. Baste decir que su promotor, el Marqués de Salamanca, demostró con su jugada (obtuvo la concesión, luego vendió el ferrocarril al Estado y posteriormente se hizo con el arriendo de la línea en condiciones muy ventajosas) que era un hombre de negocios sin piedad ni miramientos, un adelantado a su tiempo (qué bien hubiera encajado este señor en las esferas capitalistas que hoy día manejan los hilos del cotarro).
Desde 1833 (tras la reforma de Javier Burgos) España había quedado dividida en 48 provincias, al mando de las cuales se situó la Diputación Provincial, comandada por el Gobernador Civil. Pues bien, fue esta figura (al menos en el caso de Ciudad Real) la que impulsó las reuniones entre ayuntamientos y mayores contribuyentes con el fin de hacer realidad el paso de les chemins de fer por la provincia ciudadrealeña. Y dado que el citado año de 1852 el proyecto de llegada del ferrocarril a Almansa era ya una realidad, las intenciones de la casta política se dirigieron a buscar los apoyos necesarios para lograr que los raíles se extendieran por su zona de influencia. Y no solamente hizo fuerza el Gobernador Civil, sino que todos los alcaldes arrimaron el ascua a su sardina, proponiendo rebajas para las compañías férreas en lo tocante a contribuciones y gastos varios, aportando parte del dinero que se recogía por el arriendo de los bienes de propios, etc. Santa Cruz de Mudela no iba a quedar al margen de esta aceleración ferroviaria. Por aquel entonces era Alcalde de la localidad el hermano de D. Máximo Laguna, D. Cirilo Laguna Villanueva, el cual, aunque no asistió personalmente a las reuniones convocadas para pedir bien la derivación de la línea de Levante, bien la construcción de un ferrocarril desde Ciudad Real al camino de hierro del Mediterráneo (los intereses de Santa Cruz de Mudela fueron defendidos por un tal Basilio Díez), puso todos los medios de que disponía el consistorio local para gestionar la creación de una estación en la villa.
Por desgracia las cartas con las que jugaba D. Cirilo no tenían muchos triunfos, ya que siempre fue el ayuntamiento santacruceño magro en ingresos (baste decir que el pósito local en ese mismo año de 1852 tenía la segunda mayor deuda de la provincia).  En cualquier caso, los desvelos del alcalde tuvieron su fruto unos años después, cuando en 1856 se trazaron las líneas hacia el sur peninsular y se fueron consolidando los trayectos que, desde Madrid y tomando Alcázar como nudo ferroviario, iban a vertebrar el espacio manchego.  Pero eso ya lo contaré en otra ocasión (como diría Michael Ende). 


4 comentarios:

  1. Cada día más interesante, sigue así mi joven padawan

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    1. Gracias por los ánimos, ya sabes que en esto de los blogs mi maestro has sido tú, Rose wan Kenobi.

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  2. Pues cuéntalo pronto, que me dejas en ascuas. Preveo que debe haber largo recorrido en esta historia, así que ánimo y adelante. Saludos.

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    1. Sí, digamos que vamos a hilar una historia en varias entregas, así lo hago más entretenido y no vierto todo el texto a la vez. Así que permanezcan atentos a sus pantallas. Saludos Mauro.

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