miércoles, 21 de diciembre de 2011

El yerro no debe morder la mano que le da de comer

Las compañías privadas de ferrocarril estuvieron vigentes en España durante la primera fase del ferrocarril, más o menos a pleno rendimiento hasta la dictadura de Primo de Rivera, pasando por un bache económico muy serio durante la II República y la Guerra Civil y quedando en manos del Estado a partir de 1941 con la creación de RENFE. Es muy curiosa la historia de estas empresas de trenes, tanto en su vertiente histórica como en la económica e incluso en la social. Las compañías ferroviarias aterrizaron en España cuando la política liberal se asentó y se concretó el modelo a partir de la ley de 1855. En un principio de capital extranjero (básicamente francés) las compañías fueron nacionalizándose con el paso del tiempo, influyendo en innumerables facetas de la vida cotidiana y permitiendo a ciertas zonas geográficas de la nación prosperar y experimentar con una incipiente industrialización que no pasó, en muchos casos, de la de transformación primaria, pero fue industria, qué caray (ahí están las alcoholeras, bodegas o fábricas de harinas, por ejemplo (maravillosa, por cierto, la de Manzanares, localidad en la que últimamente ocurren cosas curiosas, pero eso ya lo comentaremos)). 
No es necesario decir que el corporativismo de esas compañías existía: los empleados y afines a las mismas defendían con saña los proyectos y acciones de tales empresas, y veían con malos ojos los trayectos que otras compañías (asentadas o nacientes) pensaban (y ahí está el caso del Valdepeñas a Infantes). Hoy, queridos amigos, me gustaría incidir en ese corporativismo y parcialidad de las compañías de caminos de hierro para comentar una pequeña historia que esta semana me ha ocurrido y que también tiene que ver con la obediencia debida, en este caso a unas siglas políticas.
Resulta que el martes día 20 de diciembre el telediario de las dos de la tarde de Castilla-La Mancha (dirigido por la periodista Concha Boo) sacaba, a bombo y platillo, una noticia sobre la región que había aparecido en el diario francés Le Figaro (os dejo el enlace: http://www.lefigaro.fr/conjoncture/2011/12/19/04016-20111219ARTFIG00472-tolede-capitale-de-l-austerite-et-laboratoire-du-pp.php). En el telediario se afirmaba, en tono exultante y laudatorio, que los franceses se habían fijado en la política de Cospedal, que nuestra región se había convertido en el laboratorio de pruebas de España y que un periódico tan importante como Le Figaro lo sacaba en las primeras páginas (mostrándose por cierto una imagen de nuestra presidenta dirigiéndose a las masas, imagen que aparecía en el diario y en su página Web). Hasta ahí todo normal...
Sin embargo, yo había tenido oportunidad de leer esa misma noticia unas horas antes, ya que por azares del destino y dada mi condición de estudiante de francés suelo revisar la prensa gala todos los días. Y hete aquí que al cronista se le olvidó comentar algunas cosas que sí se decían en el artículo de Le Figaro: la rebaja del sueldo a los funcionarios (a pesar de tener que trabajar más horas (Travailler plus por gagner moins lo llama el periódico)), el impago a las farmacias, el déficit de más de un 4% que a pesar de los recortes sigue sin bajar, etc. Vaya por delante que Le Figaro no es precisamente un periódico de izquierdas, por lo que todo ello estaba, a priori, dulcificado. Y sin embargo la noticia que se nos presentó, con sus omisiones y olvidos, nos hablaba de un gobierno regional admirado en Francia y modelo a seguir en España (vuelvo a insistir que el tenor del artículo no era ese, ni mucho menos).
Obviamente quedé en estado de shock ante tamaña manipulación informativa, pero luego pensé que, como las compañías privadas, ahora es el turno de que estas noticias halaguen a la mano que les da de comer. No en vano otros presentadores que se sentaron anteriormente en ese mismo plató hicieron algo parecido cuando distintos colores pintaban el suelo de la región. Obvia decir que, a pesar de las repeticiones, de los anuncios, de las pausas de 30 segundos y volvemos y de saberme de memoria varios capítulos, seguiré viendo los Simpson a la hora de comer, al menos mientras no hablen de primas de riesgo, bancos taimados o mini jobs.


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